2006-06-18 Ruta 202. Por la Ribagorza Oriental. Travesía Presa Baserca, Ibón Riueno, Puente Salenques)

Travesía nº 202 de Turismo del Alto Aragón (Peña Guara-Huesca). Por la Ribagorza Oriental.

Crónica de la organización, del portal de Peña Guara:
Antes del paréntesis veraniego recorrimos los ibones de Riueno, Estany Fe y Anglios
El domingo día 18, a las 7 de la mañana, 60 senderistas subíamos al autobús para dirigirnos a la parte más oriental de nuestra provincia: la Ribagorza Oriental. Tras pasar Benabarre, por la carretera nacional que se dirige a Viella, fuimos observando una parte de nuestra provincia que nos resulta como más lejana por menos conocida y por ello el propósito que nos hemos fijado es que en los programas de los próximos años una o dos travesías se programen por esta zona oscense.
Si ya resulta desagradable padecer la infinidad de curvas que traza la carretera para ir salvando el embalse de Escales, mayor lo era contemplarlo con muy poco agua, pero es que minutos antes habíamos visto que tampoco el pantano de Barasona presentaba mejor aspecto, por lo que el pensamiento te lleva a la duda: ¿estamos preparados para soportar otro verano de sequía?.
El autobús casi tuvo que llegar al túnel de Viella para poder dar la vuelta y dejarnos en un ensanchamiento de la carretera entre el puente de Salenques, donde debíamos terminar la travesía, y el túnel de Fogá junto a cuya entrada aparece el indicador que marca el inicio del camino hacia el ibón de Riueno (9:55 h. 1.440 m). La pista, muy poco transitada, asciende en suaves lazadas entre un bosque muy variado formado por avellanos, serbales, sauces cabrunos y algún que otro pino. Debemos estar atentos pues en uno de los giros a la izquierda debemos dejarla para tomar a la derecha una estrecha senda, algo deformada, que asciende por un pinar. Poco después, al aparecer las primeras hayas, se convertirá en un camino que antaño debió tener su importancia dada las protecciones laterales que para darle consistencia se construyeron.
La subida mantiene en todo momento una fuerte inclinación y obliga a un continuado esfuerzo que se ve mitigado por los continuos y cortos zig-zag y por las características propias de un hayedo: suelo alfombrado por hojas y una buena y fresca sombra.
Al finalizar el bosque aparece un pastizal que deberemos cruzar de abajo a arriba por una senda que se pierde en algunos tramos. Aquí decidimos almorzar (1.805 m. 11:05).
Mientras almorzábamos frente a nosotros quedaba el macizo de los Besiberris leridanos y todos pensábamos: ¡¡qué tormentón tienen por allí!!, pues sobre nosotros cuatro nubecitas no impedían ver un cielo muy azul.
La senda entra ahora en una zona herbosa con pinos salteados pero pronto apareció ante nosotros un coqueto puente de troncos que nos invita a cruzar el barranco de Riueno y proseguir por su empinada ladera derecha adornada por multitud de rododendros en plena floración. El valle ha cambiado totalmente de aspecto, ha perdido el arbolado, y nos presentará poco después una amplia “mallata” (lugar donde se recogía el ganado) presidida por la choza de Riueno.
El amplio y abierto valle vestido de prados y alejado del torrente que hasta ahora nos acompañaba nos facilita subir por distintos itinerarios ya que carece de zonas rocosas que dificulten la ascensión a lo que es la “bassa de Mig de Riueno”, antiguo ibón, hoy colmatado. Desde aquí tan apenas diez minutos nos quedan para llegar al primero de los ibones el Cap de Riueno (2.185 m – 12:50). De modestas dimensiones y poca profundidad, rodeado por los pastizales propios del valle y con unas aguas grisáceas que no hacían más que reflejar el color del cielo, pues de las nubecitas y cielo azul habíamos pasado a un cielo plomizo aunque el consuelo seguía siendo el mismo: ¡¡que tormentón tienen por la zona de Lérida!!.
Dejando el ibón a la izquierda se asciende por una zona de hierbas a un evidente y cercano collado que queda un poco por encima de nosotros. Alcanzado éste la sorpresa fue doble, por un lado ves al fondo un bonito ibón que parece que duerme en el fondo de una especie de hoyo volcánico y cuando alzas la vista lo que ves es que por la zona que está frente a nosotros, Vallibierna, tienen otro “tormentón”. Alguien hace notar que no hay nada que temer porque por encima de nuestras cabezas hay (“abiertas varias ventanas”) nubes pero dejan entrever el azul del cielo.
El Estany Fe es un bonito lago al que no descendimos pues lo rodeamos a media ladera dejándolo algo por debajo, a nuestra derecha, pues debíamos continuar por una senda interrumpida en varias ocasiones por pedreras y bloques de granito, hasta alcanzar un collado herboso que quedaba frente a nosotros y desde el cual pudimos contemplar otra vez dos cosas, el conjunto de ibones de Anglios presididos por una caseta de madera y el “tormentón” que había por encima de todos los picos que rodean el valle (2.235 m -13:40 h)
Aquí las bromas sobre las predicciones meteorológicas fueron acalladas por dos soberbios truenos de esos que sólo se pueden oír en un valle rodeado de montañas que sobrepasan los 2.600 m. La consigna fue clara había que acelerar el paso porque estando entre dos fuertes tormentas o una o la otra nos harían “disfrutar” y claro cuanto más abajo estuviéramos, mejor.
A partir de este punto ya todo es bajada, hay que descender hasta la orilla del primer ibón para tomar la GR-11 que en vertiginoso descenso nos llevará siguiendo las marcas rojas y blancas hasta el puente de Salenques en la carretera que sube al túnel de Viella.
A poco de comenzar el descenso se hizo una parada técnica para poner a mano los chubasqueros, capas, paraguas, etc. pues los truenos proseguían y las esperanzas de librarnos de la lluvia ya eran mínimas. No obstante, se llegó hasta un mirador que hay sobre el valle y se organizó un reagrupamiento general para hacernos una foto de grupo.
-“Aprovechemos ahora que aún estamos secos” – apostilló el gafe de rigor.
En cuanto la frase llegó a las alturas, comenzó el diluvio. Si la bajada en condiciones normales exige cuidado y precaución, bajo una copiosísima y abundantísima lluvia, eso sí sin viento ni relámpagos, de resbalones, sentadas inesperadas, y caídas se libraron pocos. Sólo cuando llegamos a la orilla del barranco de Salenques y la senda pasa a ser camino de fácil andar la lluvia amainó. Para entonces estábamos casi todos “fartos de agua” por lo que una vez reagrupados nos enfrentamos a la “lluvia de las hayas” por lo que no paramos de recibir agua hasta llegar al puente (1.460 m – 16:15 h.)
Los casi mil metros de carretera que tuvimos que andar para llegar al lugar donde nos debía esperar el autobús los hicimos ¡con sol¡ y como llevábamos un apreciable adelanto sobre el horario previsto, pues el autobús no estaba, y como los primeros intentos de contactar con el chófer fracasaron, ¡pues hala ¡ al borde de la carretera nos dispusimos a comer, con un ojo en la fiambrera y otro en el cielo porque el panorama no estaba nada claro.
Cuando íbamos acabando de comer apareció el autobús y los pocos que no disponían de ropa seca pudieron cambiarse y poco más, porque otra tromba de agua comenzó a caer, claro que esta vez nos refugiamos en el autobús.

Álbum de la excursión (pincha en la imagen):

Mapa de la excursión 202:

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Acerca de Miguel Vaquero Herrera

Profesor de Secundaria, IES "Miguel Catalán" Zaragoza. Coordinador Plan de convivencia. Aficionado a la montaña y la informática. mfvaquero@gmail.com
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